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CONSUMO DE ALCOHOL EN LA MUJER

Publicado por Fisac 04/08/2011 16:10 / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo

Mujer y consumo: estigma y rebeldía

Dr. Helí Morales

MÉXICO

Primero que nada quisiera agradecer la invitación, que evidentemente hablar de temas tan interesantes y tan complejos es fundamentalmente un reto que tomamos con alegría.

 

Todo comentario se hace desde un lugar y el que aquí se comparte es precisamente desde el psicoanálisis. Quisiera ir poco a poco a pesar de que lo que a continuación se presentará, tal vez sea ya muy conocido.

 

Lo que quisiera compartir con ustedes es una pregunta sobre los modos cómo los hombres y las mujeres nos planteamos la experiencia del goce, específicamente de lo que tiene que ver con el goce en el campo de la bebida y de las adicciones. Tal vez lo que el psicoanálisis pueda aportar en el tema que nos convoca, es la evidencia de una erotización de ciertos modos de tocar lo infinito y, desde esta perspectiva, el señalamiento y una cierta erotización de la muerte. Para ello necesariamente tendré que hacer un rodeo por los campos de la sexualidad y trataré de decir algunos conceptos que tal vez suenen ya caducos pero me gustaría hacer una relectura de algunos de ellos desde Freud, y prometo que al final, trabajaré la cuestión de la mujer y las bebidas.

 

Evidentemente si el psicoanálisis nace, nace precisamente porque se atreve a escuchar el cuerpo de la mujer, el psicoanálisis no es otra cosa que una escucha apasionada de cómo el cuerpo femenino hablaba en silencio. El silencio es precisamente esa negatividad temporal del signo pero que se presenta como un enigma, el psicoanálisis nace específicamente de intentar escuchar qué del cuerpo de la mujer se decía en medio del silencio de sus pasiones. No solamente el psicoanálisis intentó escuchar las palabras de las mujeres, sino fundamentalmente qué decía su cuerpo en silencio y lo que asombrado descubrió Freud, es que el cuerpo femenino también hablaba de sexualidad, específicamente cómo la sexualidad en el cuerpo femenino podía instaurarse en un discurso que tenía que ver con el dolor, Freud escucha el cuerpo y ahí escucha la sexualidad femenina.

 

Yo creo que si hay algo de subversivo, o hubo algo de subversivo en el psicoanálisis, fue escuchar precisamente, que en la verdad silenciada de un cuerpo femenino había allí algo que habría que escuchar. Evidentemente el psicoanálisis nace de la pregunta por el enigma femenino, que las respuestas no hayan sido siempre ni felices, ni del todo acertadas, es la historia de mi disciplina.

 

Pero, ¿qué es la sexualidad para el psicoanálisis? Para el psicoanálisis la sexualidad no está circunscrita al destino biológico, para la biología hay fundamentalmente dos sexos: el masculino, representado por todo lo que sabemos y el femenino, cuyos caracteres sexuales y reproductivos son bien conocidos. Para la teoría analítica, la sexualidad no es el efecto de los órganos que portamos, sino el cómo los usamos. No es un designio anatómico, sino un modo de estar en el mundo, una manera de vincular la intimidad, los olores y sobre todo el enigma de la otredad; una apuesta frente al deseo y el goce. Para Freud, como para Lacan, la llamada sexualidad femenina y masculina no se reduce a los órganos genitales ni a las características glandulares, se trata mucho más de modos de vivir y de morir, de maneras de territorializar el amor, la ternura y la amargura. Veámosle desde la perspectiva del erotismo. El sexo es biológico y fundamentalmente está referido a lo funcional, es cuerpo compuesto de fluidos e informaciones genéticas, sí, es cierto, pero el erotismo, el erotismo es pasión y poesía relacional. Los animales tienen sexo para procrear la especie, nosotros también, solo que los humanos usamos, además, el encuentro íntimo para gestar eso: encuentros y desencuentros para tocar, con la punta de la lengua, la humedad del infinito. Pero vayamos más allá, la sexualidad humana está hecha de relaciones, la de los animales de instintos.

 

Los humanos nos embrollamos en los circuitos de la pulsión que no tiene objeto predestinado ni satisfacción completa, lo esencial está aquí para nosotros. En los hombres y las mujeres las pasiones pulsionales se convierten en vinculaciones sociales. La sexualidad humana es fundamentalmente, relación erótica. Solo los humanos tenemos relaciones sexuales, los animales, apareamientos. El punto está en que la llamada sexualidad femenina o masculina lo es precisamente vinculada en relación a la otra.

 

Para avanzar por este terreno será necesario remitirnos a una estructura básica para el psicoanálisis -que ha sido menospreciada, comparto en parte por qué- a saber, esto que llamamos el complejo de Edipo. Para la teoría analítica, y es el punto que me interesa, existen dos goces, dos vías humanas para lo erótico, la posibilidad de especificar esos dos goces pasa, y es el punto que tomaré, por esto que llamamos los psicoanalistas el complejo de Edipo. Cuando se piensa en este concepto se vulgariza -y lo hemos hecho- diciendo que se trata de la escena de un niñito enamorado y receloso del padre y viceversa para la niña, este modo de plantearlo es un teatro imaginario, una farsa, esta trama no denota, sino eso, que del Edipo, ya es cultura. Denota su contenido manifiesto. El complejo de Edipo es, desde Freud otra cosa, es la estructura básica donde el sujeto ocupa un lugar en el universo de los vínculos.

 

Es la red social donde se adviene al mundo humano. Eso, diría un sociólogo, se llama familia. Sí, quizás es otro modo de decirlo, siempre y cuando se incluyan las dimensiones de la sexualidad y la muerte, y una zona obscura que no siempre se puede decir, en este sentido, el complejo de Edipo no es una historia de pipí, papá, caca; es la estructura social donde la subjetividad se vincula con las redes del deseo y la destrucción íntima de quienes nos aman y amamos. El llamado complejo de Edipo es, más específicamente, el modo operacional donde el sujeto se constituye a partir de su relación con la cultura, es decir, con el orden simbólico que lo ubicará en una posición sexuada; en un lugar desde donde padecer y ejercer la declaración de la sexualidad. Para nosotros esta es una estructura que permite los modos complejos del vínculo con los otros. Algo importante. Desde Freud, y sobre todo a partir de la elaboración lacaniana, esto que llamamos complejo de Edipo no es una cena de personajes y roles afectivos. Se trata de una interrelación donde lo que se evidencia es la función del amor y el odio. El complejo de Edipo no se constituye de papá, mamá e hijos; es una estructura compleja donde el amor, el odio y los laberintos del deseo se construyen en red de lenguajes, caricias, golpes, convocatorias e infortunios. La cuestión de esto que llamamos Edipo se puede pensar desde dos vertientes: la freudiana, que es la versión trágica emergida de la influencia de Sófocles y la versión lacaniana donde predomina la postura lógico-matemática. Ahora, esto que he llamado y que el psicoanálisis llama Complejo de Edipo en sus dos versiones, permítanme decirlo de otro modo, es fundamentalmente el modo por como pensamos la relación entre la ley y el sujeto, es decir, es el modo específico como el sujeto se vincula en la intimidad con lo social, con el mundo. Eso que conceptualmente nombramos el Edipo, y que es evidencia en el campo de lo subjetivo de la instauración de una ley, es lo que permite la existencia de un sujeto social. Muchas veces se ha cuestionado y con razón la llamada universalidad de este concepto. Sí, hay lugares donde no funciona como en nuestra sociedad, pero algo que es importante es que no hay sociedad sin leyes y no hay leyes sin gente que las ponga y las transgreda. Precisamente lo que es eso que llamamos los psicoanalistas el complejo de Edipo es cómo se instaura en lo íntimo el problema de una complejidad social en relación a la ley, pero no cualquier ley, sino aquella que permite en gran medida la instauración de la cultura, eso que se transmite es la ley de prohibición al incesto. Esta ley, básica para el establecimiento de las sociedades, promueve el campo de la prohibición de algo fundamental, eso que promueve la ley de prohibición del incesto es el goce. La ley de la prohibición del incesto intenta instaurar la interdicción del goce, es decir, del uso y abuso de un sujeto poderoso sobre uno menos fuerte, o el intento de retorno a una posición de alguien que podría ser gozado por otro. De allí que la interdicción sea, si pudiera, en un exceso fenomenológico, colocarse del lado de la voz, la siguiente: prohibido al padre o a la madre gozar o usar a sus hijos para su satisfacción sexual pero también hacia el hijo o la hija, la interdicción se diría así: no se puede gozar ni permitir ser gozado por los adultos, so pena de no poder tener una vida de intercambio de la cultura. Aquí tal vez se levanten objeciones sobre las relaciones familiares, lo que se plantea en la ley de prohibición del incesto no es el vínculo caluroso y placentero entre los miembros sino el abuso sexual que está prohibido hacia los niños y las niñas. La ley de prohibición del incesto es básica para toda sociedad, pues propone una legalidad de respeto a la integridad de los infantes, y a la posibilidad de generar una cultura de intercambio con otros seres fuera del espacio familiar. Ahora quizás, aquí valga la pena aclarar algo con esta extraña palabra que llamé el goce. El goce no tiene que ver con el placer, sino con el dolor. Más específico, el goce es el placer en el dolor, es cuando el placer se vuelve contra sí mismo. Si el placer es dolor deja de ser placer. SÍ, a esta contradicción de un placer doloroso le llamamos goce.

 

Déjenme decirle de otro modo, hay una experiencia humana que busca el dolor como modo de placer, que lleva a las pasiones hasta el lindero de lo destructivo. El goce es el concepto que me interesaba poner aquí, intento mostrar que hay un extraño placer que incluye la muerte y la destrucción sin que eso deje de ser placentero. El goce es cuando Eros y Tanates hacen un pacto escrito sobre la piel y los linderos del corazón. Los humanos gozamos, no nada más tenemos placer, sino gozamos porque estamos hechos de la sustancia de la vida y de la insistencia de la muerte. Llegamos por fin después de este largo rodeo, al tema que nos atañe, para el psicoanálisis existen dos tipos de goce, aquel que llamamos masculino y, otro femenino. El goce masculino, es nombrado también goce fálico, es un goce que se fundamenta en el goce del órgano, en él hay un predominio de la experiencia de la exacerbación del poder del uso de una zona del cuerpo, es como si el erotismo se circunscribiera a un pedazo altamente privilegiado. Pero no se trata solo de territorios corporales, el goce fálico, el goce masculino, es un modo de pensar lo erótico, en el goce masculino hay fundamentalmente un predominio de la pasión y la ilusión por tener. Tener esa insignia fálica aparece como el modelo para gozar del mundo. Desde esta perspectiva hay gente que goza teniendo casas, títulos, coches, mujeres, se goza incluso de la presunción de un supuesto dominio por señalar lo que se tiene frente a quien supuestamente no lo tiene; Lacan le llamó el goce del idiota, es aquel que cuando hace el amor lo circunscribe no solo al tiempo de la erección sino al uso del otro como medio para satisfacer sus órganos; sus tenencias. Pero para el psicoanálisis existe otro tipo de goce, el femenino, allí no hay necesidad de portar ninguna insignia fálica, ese símbolo no representa al goce femenino, las mujeres no tienen necesidad de ello. El goce femenino no se reduce a una zona específica del cuerpo; se expande en una geografía mucho más extensa: sin la presión de los tiempos de la presunción fálica, el encuentro con el otro puede extenderse hasta tocar la eternidad. No se goza solo del órgano sino del cuerpo entero e incluso del espacio mismo de la pulsación del ser.

 

El tiempo convoca lo infinito de una caricia que recorre sin prisas los contornos de una otredad húmeda y candente. En este goce el límite se abre al horizonte y una nueva geografía erótica se despliega ante los cuerpos y los latidos. En el goce femenino hay un exceso, hay siempre un exceso, un exceso frente a la propuesta del goce masculino o fálico, en la posición del goce femenino, hay un goce rebelde al límite, hay, en tanto a que no existe límite de lo usable o lo no usable, de lo que se tiene o lo que no se tiene, una apuesta, tal vez, por el vértigo de lo absoluto. A veces podemos decir que las mujeres aman y también nos exigen, exigen que se les ame desde esta dimensión de lo divino, donde no hay límite de tiempo ni necesariamente sujeción a una ley que impida que el goce se extienda, hay en esto una convocatoria a la divinidad, en tanto lo que se propone es tal vez un goce que no tenga las fronteras que se le han querido imponer, y a ratos ni las humanas. Cabe aclarar que esta posición del goce femenino, no está circunscrita a ningún sexo biológico, hay mujeres que gozan del modo fálico, como hay hombres que pueden aprender a gozar femeninamente, es decir abrirse a otra modalidad de encuentro. Y aquí es precisamente donde se abren las preguntas, evidentemente el goce, que se ha querido imponer históricamente es el goce masculino, durante muchos años, por no decir muchos siglos el goce fálico ha sido propuesto como el único modo de gozar en este mundo, este goce se intentó hacer ley y se propuso que hombres y mujeres tendríamos que gozar del modo fálico, de este modo impuesto por una cierta ideología, precisamente del goce.

 

Pero a pesar que esta imposición se intentó hacer ley, nunca se logró del todo, precisamente, la ley fracasa frente a un goce que no reconoce como legal la ley que la quiere limitar, en este sentido el goce femenino es un goce que tiende aún más allá de la ley, pero de la ley que se le intenta imponer, porque tal vez su ley, sea la ley de lo infinito y es que el goce femenino es rebelde porque no se quiere, porque no se puede representar por una insignia fálica ni por una ley de los símbolos que quiera limitar estas pasiones. Evidentemente esto no se reduce solo al campo restringido de lo que sería la cama, la ley fálica quiso imponer su lógica del poder de las posesiones y del modo de estar en el mundo intentando llenar con símbolos y significantes de completad el modo de amar y de estar con el otro, pero la posición femenina fue rebelde a esta imposición, el orden simbólico tal como ha existido históricamente no necesariamente representa ni satisface las pasiones femeninas. Ahora bien, si es cierto que existe esta dimensión de un goce femenino, este modo rebelde al tiempo cronometrado de lo biológico o a los límites de una vinculación encajonada, se abre paso entre los hombres y las mujeres la convocatoria, la sospecha de un goce ilimitado, de una dimensión incalculable de gozar y una pasión que tiene que ver también por lo absoluto y es allí, en esta dimensión de un goce por lo absoluto y lo ilimitado donde aparece el imán de las drogas y de las bebidas psicotrópicas.

 

Desde Baudelaire sabemos que el uso de las sustancias convoca entre otras muchas cosas, a un gusto por lo infinito. El goce allí se vuelve motor y   remolino. La aventura peligrosa de expandir las fronteras de la ciencia y la sensibilidad aparece como un río lleno de sorpresas y colores, dolor incandescente. Evidentemente Baudelaire trabajó lo que tenía que ver con el hachís, pero entendía y planteaba que precisamente la droga y el alcohol invitan, quieren, y nos llevan a la cuestión del infinito e incluso a lo divino; de ahí viene la palabra entusiasmo, en theos, es decir, con Dios dentro, hay precisamente vinculación con una pasión divina. Hay entre una cultura fálica del límite y la prohibición, el espacio, el intersticio de una tentación por lo absoluto. Incluso, hay que decirlo, con algo que tiene que ver con la transgresión.

 

Lo curioso y con esto quiero abrir a la discusión, lo curioso es que este modo femenino de gozar haya estado tan lastimado, y tan arrinconado, de tal modo que no antes usara más lo que tiene que ver con el alcohol y con las drogas y que el uso de sustancias no llegara hasta sus vuelos. Creo que dibujar la existencia de la posibilidad de un goce que tienda a lo inconmensurable abre muchas interrogantes tanto para la posición femenina como para quienes hacemos la pregunta por el enigma de lo humano. Lo sorprendente no es, tal vez, el aumento del consumo de alcohol de las mujeres, el aumento de las adicciones entre las mujeres, tal vez lo que llame la atención es que no haya sucedido antes y seguramente el que no haya sucedido antes tiene que ver con toda una cuestión del lado de la ley y la vigilancia en que se ha tenido a la pasión femenina, a su pasión por lo infinito y precisamente a esta zona no legislable por una ley que tiene que ver con el límite. Me parece que tal vez sabemos mucho de cómo se goza del alcohol y de las adicciones en el campo de lo masculino, tomar mucho alcohol, cuántas te has tomado, cuántas aguantas, con cuántas te emborrachas, traer mucho alcohol en la sangre o meterse muchas rayas de cocaína sin estar loco, hace a muchos sentirse muy machos, pero hay un goce masculino en ello quizás lo que abro como pregunta es ¿cómo es la experiencia femenina cuando la sustancia convoca un cierto diálogo por la pasión por lo infinito? ¿Qué sucede con esta tentación de un giro de lo divino en el campo de lo terrenal? ¿Qué pasa cuando las vías de tocar lo celeste se combinan con los líquidos de la ilusión por la inmensidad? Yo creo que hay allí muchas posibilidades, se puede proponer una higiene y entonces una prohibición, se puede proponer una profilaxis pero me parece que plantear las cosas desde la pregunta por esta pasión por lo inconmensurable puede ser por lo menos interesante.

 

Creo que en estos momentos históricos, el psicoanálisis más que proponer respuestas, puede tal vez desde una posición ética de los límites de su pensamiento, intentar junto con otros campos del saber, formular preguntas sobre los nuevos tiempos y sus formas subjetivas y sociales de enfrentar los brillos y los obscuros de la tentación por esto que llamé lo infinito, eso es lo que yo intenté hacer aquí, frente a ustedes y por escucharlo.

 

FUENTE:      Fundación de Investigaciones Sociales, A.C./Seminario Permanente "Investigación, cultura y salud"/ "La Mujer en la Cultura del Consumo de Bebidas con Alcohol, Riesgos y Beneficios", Diciembre1999.

http://www.alcoholinformate.org.mx/seminarios/Cuaderno3.pdf


Publicado por Fisac 9:06 AM / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo
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